sábado, 22 de febrero de 2014

Cuerpo quebradizo

Casualidades me han traicionado muchas veces. No esperaba nada de aquella noche, sin embargo ahora, después de tantos años, leo y releo cartas que quizás nunca debieron haber llegado a mis manos. Invierno, manda tus furiosos vientos y desvía al mensajero del dolor.
Si tan solo pudieses ver cómo las plantas trepadoras envuelven mi cuerpo, cómo me convierto en un capullo inquebrantable. A veces me causa pena, otras paz.
Paz porque es como un descanso de mí misma, que la mayoría de las veces necesito porque no me soporto. La trémula voz me falla, no me quiere corresponder. De todas formas, prefiero no oírme. 
Leticia, las campanas siguen haciéndome temblar de espanto. ¿tú me comprendes? Fuera hay tantas cosas que me asustan, me aterran. El infinito galopar de los corceles de fuego, los incansables aullidos de lobos que no saben dónde me hallo, pero huelen mi pánico.
¿En qué momento todo se dio vuelta? Si no quieres tocar mi piel -no te juzgaría- al menos mírame para confirmarme que sigo aquí.
Luego date vuelta, y déjame donde me encontraste. Suave desprecio, un perfume amargo. Las montañas heladas que me observan como el hombre a un insecto, los poetas locos que me describen como una suerte de maldición encantadora, que por las noches vaga con pies de flor y se hunde en su propia duda.
Si pudieses ver cómo nieva dentro mío.
Si oyeses las profecías de las estatuas de mis jardines invernales.
Si vieses cómo se levantan de su tumba los cuervos y las claras mariposas...es todo tan delicado que mi dolorido cuerpo piensa que puede soportarlo...hasta que algo más profundo se quiebra.
Me quebré muchas veces, Leticia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario